Una
sequía sin precedentes –que ha
sido constante desde el pasado año y ha provocado que los ríos de la
cuenca amazónica se encuentren en su nivel más bajo– está afectando
gravemente a los niños y niñas y a las comunidades ribereñas e indígenas de
Brasil, Colombia y Perú, donde las familias dependen de los ríos para
transportar y acceder a alimentos, agua, combustible y suministros médicos
básicos, así como para desplazarse a las escuelas.
Como consecuencia, servicios esenciales como la
salud, la educación y la protección de la infancia, así como las actividades
agrícolas y pesqueras de subsistencia, se están viendo gravemente perturbados
en la región, lo que está poniendo en riesgo la vida de estas poblaciones. La
Amazonía, la selva tropical más extensa y diversa del planeta, abarca nueve
países de América del Sur. Solo en la región amazónica de Brasil, más
de 1.700 escuelas y 760 centros de salud han cerrado sus puertas o han quedado
inaccesibles debido a los bajos niveles de agua. Según una reciente
evaluación sobre el terreno realizada por UNICEF en 14 comunidades del sur de
la Amazonía brasileña, la mitad de las familias afirmaron que sus hijos no
asistían a la escuela a causa de la sequía.
En la Amazonía colombiana, el nivel de los ríos ha
descendido hasta el 80 por ciento, lo que ha limitado el acceso al agua potable
y el suministro de alimentos y ha provocado la suspensión de las clases
presenciales en más de 130 escuelas. A su vez, esto ha incrementado el riesgo
de que los niños y las niñas sean reclutados, utilizados y explotados por
grupos armados no estatales y ha llevado también a un aumento de los casos de
infecciones respiratorias, enfermedades diarreicas, paludismo y desnutrición aguda
entre los niños y niñas menores de cinco años.
En Perú, la región nororiental de Loreto es la más
afectada por la actual sequía, que está poniendo en peligro a comunidades
remotas, en su mayoría indígenas y ya vulnerables. De hecho, más de 50 centros
de salud han quedado inaccesibles. Por su parte, los incendios forestales –a
menudo provocados por la acción humana, pero exacerbados por la sequía de los
dos últimos meses– están causando una destrucción y una pérdida de
biodiversidad sin precedentes en 22 de las 26 regiones del país y están
aumentando también la contaminación atmosférica a nivel local y regional.
La
inseguridad alimentaria inducida por la sequía incrementa el riesgo de
desnutrición, el retraso del crecimiento, la emaciación e incluso la muerte, especialmente entre los
niños y niñas de menos de cinco años. Por su parte, la escasez de agua,
agravada por las sequías, puede disminuir el acceso al agua potable y propagar
enfermedades infecciosas. Las investigaciones también han demostrado que las
mujeres embarazadas que padecen situaciones de sequía tienen más probabilidades
de tener bebés con bajo peso al nacer.
UNICEF estima que en los próximos meses se
necesitarán 10 millones de dólares para satisfacer las necesidades más urgentes
de las comunidades afectadas por la sequía en Brasil, Colombia y Perú, en
particular en materia de distribución de agua y otros suministros esenciales,
movilización de brigadas de salud y fortalecimiento de la capacidad de
adaptación de los sistemas comunitarios y los servicios públicos locales en las
comunidades indígenas afectadas.
De
cara a la COP29, UNICEF insta a los dirigentes mundiales a que adopten cuatro
medidas clave en favor de la infancia y la juventud:
· * Empoderar a los
niños, las niñas y los jóvenes para que estén presentes y participen de manera
significativa en la toma de decisiones relacionadas con el clima en todos los
niveles.
“En todas las partes del mundo, la infancia se
enfrenta a las devastadoras consecuencias de las crisis climáticas”, ha añadido
Catherine Russell. “Nos encontramos en un momento crítico. Los niños y las
niñas deben estar en el centro de las negociaciones sobre el clima”.(Fuente: UNICEF Perú, 07.11.2024;Foto:
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